La pintura constante
Charo Ortiz, la pintora constante. Amante de un oficio que vive como una aventura sin atisbo de complacencia. En su pintura se advierte, junto a una historia íntima, la progresión formal resultante de su tendencia natural a la experimentación.
Este afán de búsqueda ha ido ampliando su lenguaje expresivo, sustentado en el dibujo y en el lirismo del color que siempre ha caracterizado su obra, cada vez más poética.
La constancia del empeño ha ido paralela a la del hábito en Charo Ortiz decidida a descubrir nuevas formas, matices, texturas, soportes y temáticas. Su campo de acción es el realismo en el que se mueve sin miedo a contaminar la realidad, descontextualizar la rutina, y establecer un diálogo sutil con el espectador, como si una pátina de tiempo vivido enjoyara las exquisitas composiciones que sublimizan su discurso pictórico.
La obra de Charo Ortiz revela una forma de entender la pintura como una vía de conocimiento que de manera irremediable resultará desasosegante, al mediar el proceso creativo. Pero es en ese magma catártico en el que ella está dispuesta a bracear incansable para aproximarse al profundo gozo de la verdad de una obra acabada. La quebradiza, pero única verdad existente para el pintor.
Charo Ortiz buscó la mirada del que es su principal referente pictórico, Antonio López, el pintor manchego que abrazó su pintura con entusiasmo. El respeto que le profesó el gran maestro contemporáneo de la pintura española lejos de embriagar su vanidad la animó a seguir buscando nuevos léxicos con los que enriquecer su propio lenguaje.
La temática de su obra forma parte del lenguaje con el que dialoga con su entorno. Charo Ortiz es la pintora de vidrios indelebles en la memoria. De blancos y grises. De cuadrados “inacabados”. De jardines calmos. De pliegues que amortiguan la ropa recién doblada. Retratista de semblantes y orfebre del color. Pintora de frutos primitivos y de flores en papel de embalar. Pintora de la esencia. De la contundente y enigmática belleza de las hojas. Del blanco sobre blanco. Del goce estético. De la infinitud en los paisajes y del naranjo en el recuerdo.
La constancia es la principal consecuencia de la sabiduría y Charo Ortiz mantiene intacto su amor por la pintura, incesante, como el rayo que “ni cesa ni se agota” que desgarraba a su paisano el poeta Miguel Hernández, pero que en el caso de Charo Ortiz se revela como la celebración de una pasión correspondida.
Fernando Cler
Periodista